
Cabalgata nocturna en el desierto
Cascadas de vía láctea caen en pasos de alacrán, donde las pieles de dos especies se vuelven terciopelo marrón, en cuatro patas y dos al unísono. En el silencio cubierto de estrellas espinadas, se escucha el tibio palpitar de dos corazones cabalgantes, epítome de la confianza ciega.
Avanzan bajo la mirada muda de mil torres vivas, oscuros guardianes del desierto. Entre caparazones que el tiempo desmorona y huellas atrapadas en el ríodesierto, una multitud se funde en murmullos y sombras nocturnas. En la cima de un cerro, dos pedernales estallan al tocar el cuerpo de una mujer sobre la piedra que mira con cuatro caras.
El sendero asciende y desciende y el andar continúa, emprendiendo el retorno. Crines entretejidas con historias de familias, orladas de cielo, sol y tierra, bailan bajo la luz de la luna. El grito de un recuerdo se pierde en la distancia; en paz ha quedado el corazón.
A la vuelta, el silencio conforta y el calor de las amistades sana. Una luz efímera incendia por un momento las siluetas que cabalgan inalterables. El camino sigue, aunque deba terminar.
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